En estos días, Nashville está atravesando un momento que nos duele, nos preocupa y nos moviliza. La presencia intensificada de ICE, los operativos de migración y la colaboración de ciertas autoridades policiales en detenciones dirigidas a la comunidad inmigrante están generando miedo, desconfianza e inestabilidad en cientos de hogares.
Vemos cómo familias trabajadoras, que han construido sus vidas aquí con esfuerzo y dignidad, son detenidas sin previo aviso, separadas y expuestas a procesos de deportación que no solo rompen vínculos humanos, sino que dejan a comunidades enteras desprotegidas.
Este no es solo un asunto legal. Es un asunto humano, moral y social. Es un llamado urgente a la empatía, al respeto por los derechos fundamentales y a la acción comunitaria.
Hoy más que nunca necesitamos información clara, redes de apoyo, solidaridad entre vecinos, y liderazgo desde las organizaciones que trabajan por el bienestar de todos. No podemos permitir que el miedo nos silencie. Al contrario: es tiempo de alzar la voz, de protegernos mutuamente, de organizarnos y exigir un trato justo y digno.
La comunidad inmigrante no es una amenaza. Es una fuerza viva que aporta, construye y da sentido a esta ciudad.
Nashville debe ser un hogar, no un lugar de persecución.
Estados Unidos ha sido históricamente reconocido como la tierra de la libertad y las oportunidades, un país construido por inmigrantes y para inmigrantes. Su Constitución y sus leyes se han proclamado defensoras de los derechos humanos, la justicia y la igualdad ante la ley. Sin embargo, lo que estamos presenciando hoy en Nashville contradice ese espíritu. No se puede hablar de libertad mientras se detiene arbitrariamente a personas por su estatus migratorio; no se puede hablar de justicia mientras se siembra el miedo en comunidades enteras que han venido a trabajar, a contribuir y a vivir en paz. Respetar las leyes también significa defender su esencia: la dignidad humana.
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R.M